La depresión afecta a 121 millones de personas en todo el mundo y cada vez hay más evidencia que documenta la relación entre el consumo de comida rápida y la depresión. Un creciente número de investigaciones sugiere que una dieta rica en comida rápida, caracterizada por altos niveles de azúcares refinados, grasas saturadas e ingredientes procesados, puede contribuir a un mayor riesgo de desarrollar depresión.
La comida rápida suele tener un alto contenido de grasas trans nocivas, las cuales se han relacionado con la inflamación. La inflamación crónica se asocia con diversos problemas de salud mental, como la depresión. Además, las subidas y bajadas repentinas de los niveles de azúcar en sangre que resultan del consumo de alimentos azucarados y procesados pueden afectar negativamente el estado de ánimo y contribuir a la aparición de síntomas depresivos.
La conexión intestino-cerebro también desempeña un papel crucial en la salud mental. Las dietas de comida rápida, bajas en fibra y nutrientes esenciales, pueden alterar el equilibrio de las bacterias intestinales, afectando la producción de neurotransmisores como la serotonina, clave para regular el estado de ánimo. Los desequilibrios en los niveles de serotonina se han relacionado con la depresión, y una dieta deficiente en los nutrientes necesarios puede exacerbar estos desequilibrios.
Un estudio publicado en la revista Public Health Nutrition muestra que las personas que consumen regularmente productos horneados (pasteles, donas, etc.) y comida rápida (hamburguesas, perritos calientes y pizza) tienen un 51 % más de probabilidades de desarrollar depresión. Además, cuanto más comida rápida consumen, mayor es el riesgo de depresión.