En la cultura popular, los papás son estoicos, sensibles y fuertes. La mística del padre feliz es tan poderosa que las celebridades, los libros de chistes, e incluso las bebidas carbonatadas, llevan esa etiqueta.
La vida real es diferente. Los padres pueden deprimirse, a veces de forma debilitante. Y como revela una nueva investigación de Rutgers Health, cuando la depresión paterna no se diagnostica ni se trata, los efectos sociales y conductuales negativos en los hijos pueden persistir durante años.
En un estudio publicado en el American Journal of Preventive Medicine, Kristine Schmitz, profesora adjunta de pediatría en la Facultad de Medicina Robert Wood Johnson de Rutgers (RWJMS), junto con otros investigadores de RWJMS y de las universidades de Princeton y Rider, informa que los niños expuestos a la depresión paterna al entrar al jardín de infantes tienen muchas más probabilidades de tener dificultades de comportamiento informadas por los maestros y habilidades sociales deficientes a los 9 años.
"Debemos considerar la depresión en ambos padres, no solo en la madre", dijo Schmitz. "La depresión es tratable, y para apoyar a toda la familia, los pediatras deben empezar a hablar con los padres sobre el tema y desarrollar intervenciones centradas en ellos que satisfagan sus necesidades".
En promedio, entre el 8% y el 13% de los padres en Estados Unidos sufrirán algún tipo de depresión durante los primeros años de vida de sus hijos, y la prevalencia aumenta al 50% cuando la madre también experimenta depresión posparto. Sin embargo, pocos estudios se han centrado en la depresión paterna más allá del período posparto o han explorado la relación entre la salud mental de los padres y el comportamiento de los hijos.
Si bien la depresión paterna está relacionada con conductas infantiles problemáticas, hay motivos para la esperanza. Identificar e intervenir tempranamente puede ayudar a mejorar no solo el bienestar de los padres, sino también el de los niños, afirmó Schmitz.
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